viernes, 20 de junio de 2008

LET ME INTRODUCE YOU MICHELLE OBAMA

Through the primaries, Michelle Obama was such an effective proxy for her husband that Obama aides nicknamed her "the Closer" because she'd get more commitment cards signed at her rallies than the candidate did at his. At 44, she is vivid, engaging, part therapist, part professor, part girlfriend who comes over for coffee and tells you hard truths about the stupid mistakes you're making. But in recent weeks, Michelle has also become a favorite target of conservatives, who attack her with an exuberance that suggests there are no taboos anymore. The latest strike came from the Tennessee Republican Party, which posted a YouTube ad ridiculing Michelle's now famous "For the first time in my adult lifetime, I am really proud of my country" remark. That prompted Barack Obama to throw down a gauntlet of his own. "I would never think of going after somebody's spouse in a campaign," he told Robin Roberts of Good Morning America. "She loves this country ... And especially for people who purport to be promoters of family values ... to start attacking my wife in a political campaign, I think, is detestable." Such pushback may have been an act of chivalry in the face of talk-radio furies and bloggers attacking, as one commenter did, "the bitter, anti-American, ungrateful, rude, crude, ghetto, angry Michelle Obama (The war over Michelle Obama, Times).

Directa y sencilla al hablar, con un agudo sentido del humor no común en la cónyuge de un político. Michelle Lavaughn Robinson, esposa de Barack Obama, aspirante demócrata a la presidencia de Estados Unidos, se desenvuelve de una manera muy normal, sin la ostentación de la esposa de un político en campaña electoral. Su mensaje cercano y casero caló entre los estadounidenses convirtiéndola en el mejor reclamo electoral de su marido. Y es que Michelle Obama tiene un gran sentido del humor y con frecuencia hace comentarios como que su marido ronca y tiene mal aliento por la mañana, según dijo a la revista Glamour Magazine. Sabe que no a todos les gustan sus bromas, pero no parece interesarle cuidar su lenguaje. “Estoy tratando de ser yo misma de la manera más auténtica que puedo”, dijo en la entrevista, y añadió: “Mis declaraciones son el resultado de mis experiencias, de mis observaciones y mis frustraciones”. Ante las críticas surgidas cuando dijo que se lo pensaría antes de decidir si formar o no un tándem con Hillary Clinton, la adversaria de su marido, dijo: “Nosotros somos gente normal y no unos marcianos que hemos vivido siempre con una cuchara de plata en nuestras bocas. Yo nací en una diminuta casa de Chicago y tuve que esforzarme mucho para estudiar y llegar a donde estoy hoy”. Esta licenciada en Derecho por Harvard, después de su paso por la prestigiosa Universidad de Pricentown, y que gana dos veces más que su marido, no presume de currículum ante el público, sino de ser capaz de atender a sus dos hijas: Malia de 9 años y Shasa de 6, mientras tiene que recoger los calcetines de su marido. Una imagen que llega directamente al corazón de las madres trabajadoras. “Si te pesa mucho déjalo que corra por el escenario, a mí no me molesta”. Aunque Michelle Obama se dirigía a una madre que lleva a su niño en brazos, su comentario fue lo primero que oyó la masa de seguidores el pasado 12 de febrero que acudieron al Instituto de Bethesda, en el Estado de Maryland, para escuchar en un mitin a la posible futura primera dama de Estados Unidos. La señora Obama se siente orgullosa de ser una representante de las madres “multitaskers”, esas que tienen hijos, trabajan, van al supermercado, no descuidan a sus padres y tienen tiempo para comprarse ropa, man-tenerse en forma, almorzar con sus amigas y salir al cine con ellas. “Acabo todos los días agotada y rendida y lo único que quiero es acostar a mis hijas, tomarme una copa de vino y meterme en la cama. Mi familia para mí es lo primero porque si no podemos criar a nuestros hijos y darles una vida saludable, ¿cómo los ciudadanos pueden confiar en nosotros para solucionar los problemas del mundo?”, declaró.

La señora Obama, de 44 años y casi un metro ochenta, es una figura atlética que irradia autoridad en sus trajes de pantalones y faldas ajustadas. Elegida por la revista Vanity Fair como una de las mujeres más elegantes del momento, muchos insisten en compararla con Jackie Kennedy, ícono por excelencia del glamour presidencial. Dicen que tienen en común su juventud, elegancia, el apoyo incondicional a sus esposos y, cómo no, su magnetismo con los medios. Su particular estilo se ha deslizado en cada una de sus apariciones públicas durante la campaña electoral: vestidos de tonos vivos, cinturones anchos que la marcan, ausencia de accesorios y, para los actos más formales, trajes en blanco y negro. Una estética prolija, que da cuenta de su acierto a la hora de elegir su ropa. Sin embargo, Michelle es mucho más auténtica, audaz, independiente y con temperamento. Esta es la imagen que ha dado durante este tiempo y así lo demostró el día de su cumpleaños, el pasado 16 de enero en plena campaña por California. Su marido había prometido llevarla a cenar a un restaurante de Las Vegas, pero antes tenía que dar un mitin. Con toda naturalidad, ella llegó despeinada, con unas botas oscuras, un traje grisáceo y mal ajustado. No era precisamente glamour lo que desprendía. Daba la impresión de haberse puesto lo primero que tenía a mano en el armario. Aunque poco importaba su aspecto; el hecho de que ella estuviera allí llenaba de alegría a sus seguidores. Aún así, tiene los pies en la tierra. Ella, la hija de un ama de casa y de un trabajador en los depósitos municipales de agua, que llegó a ser dirigente local del Partido Demócrata. A pesar de su cargo de abogada en la firma Sidley Austin, especializada en casos de propiedad intelectual, no dudó en salir, en el verano de 1988, con Barack Obama, entonces becario a sus órdenes, nacido en Hawai, de padre keniano y dos años mayor que ella. Este le propuso ver la película “Do the Right Thing” de Spike Lee y cuatro años más tarde terminaron casándose. (Jean-Arséne Yao/ EFE Reportajes)

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