miércoles, 19 de marzo de 2008

ELECCIONES: UNA OPINIÓN

"La democracia tiene por lo menos un mérito, y es que un miembro del Parlamento no puede ser más incompetente que aquellos que le han votado", Elbert Hubbard. No obstante el "crecimiento económico" del 2007, en este año pre-electoral, el escenario nacional, además de caracterizado por el constante aumento del costo de la vida, la concentración de la riqueza, el aumento de la pobreza, el subempleo, la violencia y la inseguridad, entre otras de las nefastas consecuencias de las políticas neoliberales, prevalece la ineficiencia gubernamental al tiempo que se incrementa la percepción de corrupción; todo lo cual, aunado a la falta absoluta de credibilidad condiciona el ambiente para el diluvio de críticas y promesas de quienes ansían reemplazar a los actuales encargados. Muchos interpretan la política como la consecución del poder público, y la democracia, como el derecho a votar; por ello hacen del torneo electoral un espectáculo, bueno para conquistar las simpatías del electorado, y con el fin de quedar bien con todos, mienten a todos, en todo. Mientras la globalización de la miseria acentúa su marcha, profundizando la descomposición social y aumentando la frustración colectiva, los beneficiarios continúan disputándose el reparto de la cosa pública. Las crisis propias de las democracias representativas no se resuelven reemplazando una pieza del instrumento y menos a través de componendas, como ocurre habitualmente; la solución no depende del mejor candidato o del menos malo; la representatividad está desfasada, es obsoleta; como observara Rousseau: "el voto supone una transferencia al representante cuya voluntad se convierte en voluntad de la nación". Y si el propuesto es un candidote, especialista en indecisiones, resulta peor el remedio que la enfermedad, por buena que sea su intención o efectiva la publicidad que lo venda. Elegir no es tan simple, para ello debe haber dos o más alternativas y el requisito esencial es que exista por lo menos una opción que satisfaga la necesidad en cuestión. En medio de la pobreza no es posible elegir; el desempleado, cuyo problema es el hambre de su familia, no puede escoger entre filete, salmón o arroz "Compita", no importa cuántos supermercados, muy surtidos estén abiertos; solo elige quien puede, y únicamente cuando las alternativas lo permiten. La política económica la define e impone el capital financiero internacional; por eso, tanto con militares como con civiles, las reglas han sido las mismas, la diferencia es que, con las democracias representativas las medidas se revisten de legalidad. Los militares llegan con botas y los civiles con votos, pero ambos se desviven por servirle bien al amo. Mientras no cambiemos las estructuras del modelo prevaleciente, los procesos electorales seguirán siendo lo que son, un festival de promesas, máscaras y fantasías, donde lo más relevante es la demagogia, las ilusiones y el oportunismo, en donde el principal favorecido es el modelo, pues con las elecciones mantiene su legitimidad; el fraude solo se reconoce después de expresada la voluntad del electorado. Ayer los electores castigaron a los que estaban, votando por los que pronto los defraudaron; hoy podrán castigar a estos, restituyendo a aquellos, pero será inútil, pues mientras no podamos optar por una genuina alternativa, los resultados serán idénticos; solo cambiará el instrumento y su capacidad de servidumbre. Con este modelo el círculo vicioso del voto castigo y la frustración con cada "cambio de gobierno" seguirán repitiéndose, hasta que una vez agotado el instrumento civil nos impongan al instrumento militar; de modo que escoger al "menos malo" puede ser peor; revisemos la historia reciente, porque el poder económico impone las reglas del juego, la fundamental es que el elegido garantice sus intereses; la capacidad, cualidades y voluntad de servir no cuentan e incluso pueden determinar la descalificación de cualquier aspirante; por lo cual las campañas son un escenario de disfraces, donde sobresale la compra-venta de conciencias, el chantaje, la deslealtad, los ataques personales y vale cualquier maniobra que sirva para obtener la nominación y finalmente, el poder para disponer, en provecho propio de los recursos del Estado. Debemos concertar una alternativa real, pero si no somos capaces de construirla, convalidaríamos, nuevamente, el aprecio por la burla ... ¿Usted qué opina? (Autor: Leopoldo Santamaría, publicado originalmente por La Estrella de Panamá /03/08)

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