viernes, 26 de marzo de 2010

LAS TRES CRUCES

Lucas 23:33-43. Este es uno de los pasajes que describen profundamente el sentimiento de la Pasión de Jesús. En este tiempo que se aproxima los días de la Semana Santa, quizás es el mejor momento porque la gente está ávida de saber de la Palabra de Dios.

Las tres cruces es una homilía sobre la justicia y el amor de Dios. Mi mensaje parte del Sermón de las Siete Palabras es que el sentir de Jesús "Padre perdónalos porque no saben lo que hacen" es el amor en su máxima expresión. No es que se lo dice a los ladrones, no. En ese momento ellos no son sus interlocutores. En ese momento histórico, Jesús expresa su amor en palabras y en hechos a toda la humanidad perdida.

En el momento en que Cristo murió por nuestros pecados, tú y yo no habíamos nacido, pero él murió por todos nuestros pecados. El evangelio es simple, sencillo y dinámico, no las perennes disquisiciones teológicas-filosóficas humanas.

No obstante, debemos puntualizar que Dios Padre no desliga su amor de la JUSTICIA. El ladrón perdonado por Jesús murió corporalmente en la cruz, ambos ladrones pagaron con su muerte y muerte de cruz, el castigo por sus delitos terrenales.

Permítanme explicar que en el mundo romano, la crucifixión era la pena impuesta a los rebeldes y a los bandidos, pero al mismo tiempo típica de los esclavos. En efecto, se llamaba precisamente servile supplicium (el “suplicio de los esclavos”). Ciertamente, dada su crueldad, Cicerón la definió como crudelissimum taeterrimumque supplicium (el “suplicio más cruel y horrible que existe”) (In Verrem 2, 64, 165), y con anterioridad a él Plauto la calificó como maxuma mala crux (la “espantosa cruz”) (Poenulus 347). Jesús pagó en esta incruenta cruz el precio por el pecado de ambos ladrones y por la esclavitud del pecado de todos nosotros.

La diferencia grande es que solo uno de ellos fue salvo, solo uno de ellos el que expresó su fe en Jesús y tuvo conciencia de su propia condición humana pecaminosa “¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo”.

¡Léalo otra vez! Subráyelo, está claro en la Palabra: “Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos”. Y ese reconocimiento tácito y sobreentendido es lo que Jesús valora de la fe del malhechor.

El evangelio es la predicación de la verdad de Cristo. Dios no engaña a nadie. El perdón de tu pecado y el mío jamás ha sido ausencia de pagar por los delitos cometidos, nunca se expresa la justicia de Dios en el sentido del juega vivo, pasar agachado. El evangelio jamás legitima la impunidad.

Uno de los errores que cometemos los que en alguna forma hemos ministrado en las cárceles del país, es darle un sentido distinto a la libertad en Cristo. Hay que ser claros en explicar que es posible ser libre pagando la pena entre los barrotes de la cárcel y que hay gobierno terrenal instituido por el propio Dios, que es quién te condenó a prisión por un delito que tú cometiste.

Uno de los testimonios que más me ha llamado la atención, es el de un guardia de Hunstville, la prisión que sirvió de escenario para la película “The Life of David Gale” un drama sobre la pena de muerte. Este siervo de Dios, quién trabaja en el corredor de la muerte, asegura que muchos condenados a muerte han aceptado a Jesucristo como su Señor y Salvador.

Cual ladrón en la cruz, muchos de ellos arrepentidos con sinceridad, han recibido el abrazo de Jesús y han escuchado su voz “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Ejemplo claro de la justicia y el amor de Dios juntos, es el gran apóstol de la cristiandad: Pablo. De él leemos en la Escritura “Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre. El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre.

"Porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre". Por ello, el malhechor “no arrepentido”, el que malinterpreta la verdad divina, no quiere pagar la pena, solo quiere bajarse de su cruz temporal, la cárcel. Este tipo de personaje, solo busca la libertad corporal, será cuestión de pocos días que abandone su “primer amor” por las cosas de Dios, porque él solo busca un bienestar material, no profundizar en los asuntos espirituales. El malhechor convertido siempre expresará: “Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos”.

Tres cruces. El mensaje del evangelio sigue siendo un llamado permanente al arrepentimiento ¡Qué bueno es saber que Jesús nos ama sin limitaciones! Dios les continúe bendiciendo abundantemente hermanos (Ver artículo relacionado LOS CARNICEROS DEL GOURMET en http://recursossinlimites.blogspot.com/).

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