miércoles, 18 de febrero de 2009

LOS VAMOS A AHOGAR!!!

El calendario marcaba los últimos días del mes de enero de 1989. La Alianza Democrática de Oposición Civilista se dio a la tarea de buscar a un periodista que les llevara el peso de la información y el manejo con los medios nacionales e internacionales. Al final del camino se decidió por el nombramiento de este servidor. Cuando me comunicaron la noticia respiré profundo; sabía el peligro que una responsabilidad de esa naturaleza conllevaba.
Consulté con mis familiares, amigos; tuve conversaciones con un representante de la iglesia católica; hablé con profesores de la facultad de comunicación social y todos coincidieron en que el momento no se prestaba para asumir el compromiso. “Tu vida y la de tu familia están en peligro”, fue la frase común. La decisión era mía; estaba cansado de ver a dos Panamá; el conformado por los políticos del PRD y los militares, considerados los ciudadanos de primera clase y el resto de la nación.
Mis claros principios de democracia, justicia y libertad me llevaron a enfrentar el reto; me reuní con los miembros de la alianza, en la oficina de Guillermo Endara Galimany, ubicada en calle Cincuenta y de allí en adelante apoyé, con más ímpetu, el camino hacia el gran triunfo de la oposición. Recuerdo que cuando se hablaba de una posible invasión le pregunté al señor Endara si estaba de acuerdo. “Prefiero a Noriega en Panamá que una acto tan humillante como la invasión”, fue su respuesta.
Es historia conocida que los norteamericanos invadieron Panamá como una decisión unilateral y que les notificaron a los miembros de la nómina ganadora de mayo de 1989 que, o cumplían con el mandato del pueblo o ellos ponían un gobierno de ocupación.
Volvamos a inicios de 1989. En mi tercera reunión con los líderes de la oposición, les comuniqué que coordinaría una campaña de altura, con mucho respeto y que en todas las informaciones que manejara me abstendría de las frases despreciativas. No toleraría lo de cara de piña y si alguien iba a acusar a Noriega de narcotraficante, debería tener las pruebas. Les expresé que andaba en busca de una frase que fuera contagiosa, que saliera de lo más profundo del corazón, de alguien que reflejara el sentimiento popular.
Los expertos en publicidad seguían con la misma tradición de vota por mi porque soy el mejor o vota por mi porque te daré esto o aquello. Eso no encajaba en lo que deseaba. Cuando el equipo de prensa salía, tenía instrucciones de hacer entrevistas cortas, que me sirvieran de testimonio. Da la casualidad que a inicios de marzo de 1989, había una concentración política en los estacionamientos de El Dorado. Ese día decidí tomar el control del trabajo periodístico.
De repente se me aparece una señora como esas que se la pasan contando anécdotas; una mujer de unos 70 años, con el cabello vencido por el tiempo y las huellas en la cara de muchos sinsabores y decepciones. Con la emoción del momento, pero con una naturalidad inusual, fue cumpliendo las órdenes de su corazón. “Como que hay prensa cerrada; ellos si pueden tener periódicos, televisoras, radios y nosotros no. ¡Vamos a demostrar la fuerza en los votos…los vamos a ahogar!”
Solo recordar ese momento y vienen a mi escenas tan gratificantes y conmovedoras. Esa era la frase que buscaba, ¡los vamos a ahogar! No tanto por el significado, era la fuerza, el sentimiento, la intensidad lo que más me motivó a utilizarla. Al día siguiente les informé a los líderes que había encontrado la perla, pero, que a mi juicio la autora del lema podía rebasar la popularidad de los candidatos.
A través de la publicitaria PISA y en el programa de televisión en RPC, de diez minutos diarios, entre las siete y las siete y diez de la noche, comenzamos el bombardeo de los vamos a ahogar. Caló tanto que cada vez que su autora, Eufemia Williams, se aparecía en las concentraciones, opacaba a los candidatos, al extremo que el público la coreaba y ella terminaba arriba en la tarima principal. Hago remembranzas y veo una nómina, no de tres, sino de cuatro. Allí estaban, con sus manos levantadas, Guillermo Endara, Ricardo Arias Calderón, Guillermo Ford y Eufemia Williams.
En 1989 más del 70 por ciento del pueblo clamaba por un cambio, eran voces que a todo pulmón decían “los vamos a ahogar”; hoy siento ese mismo ambiente. Eufemia Williams fue condecorada por el gobierno de Guillermo Endara Galimany; trabajó en la secretaría de prensa. Ella con su grito de guerra nos mira desde las alturas y debe regocijarse al saber que de nuevo se repetirá la historia en las elecciones que se avecinan. El autor René Hernández fue Secretario de Prensa de la Presidencia de la República (rehernandez19@gmail.com). Ver artículo realcionado "LATAZO: TRAGICOMEDIA Y DESESPERACIÓN" en http://recursossinlimites.blogspot.com/

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