Tuve el honor de acompañar a dos seres extraordinarios en su afán por alcanzar la Presidencia de la República. Uno lo logró en 1989 y el otro no pudo en 2004. Hablo de Guillermo Endara Galimany y Víctor Nelson Juliao.
Pese al ambiente difícil, Endara supo llevar adelante una campaña respetuosa. Se enfrentó a los ataques brutales de quienes se autotitularon dueños de Panamá; me refiero a los militares y a los miembros del Partido Revolucionario Democrático (PRD).
Ellos, los del PRD, llevaron a cabo sus elecciones para escoger a los delegados, nadie los reprimió, nadie los acosó, no hubo varilleros ni portadores de bates contra ellos. Lo anterior da pie para afirmar que la democracia está caminando y que ese sistema es el mejor para aspirar a una nación del primer mundo.
En el caso de Juliao, con su estrategia de cara a cara, también fui testigo de la hidalguía y caballerosidad. Cada vez que se reunía con los convencionales del Partido Arnulfista, hoy Panameñista, les decía: "yo no soy el dueño de la verdad; vayan y escuchen a los otros candidatos y luego de hacer sus análisis, voten por el mejor". Mientras Juliao llevaba una campaña de altura, los seguidores de uno de los contendores empezaron a quebrar brazos y a lanzar una que otra amenaza.
La mayoría de los convencionales estaba saliendo por televisión anunciando su apoyo irrestricto a Juliao. Después de eso, uno a uno fueron visitados por mensajeros del adversario para recordarles su estabilidad laboral; las becas de sus hijos, etc., etc. En ese momento sentí asco, repulsa; no alcanzaba a comprender por qué dentro de la misma familia política ocurría esto.
Por lo menos veía un pequeño rayo de esperanza al recordar las palabras de la presidenta Mireya Mocoso cuando dijo que ella no iba a señalar con su dedo al candidato de su preferencia. "El que quiera los votos tendrá que buscarlos casa por casa y pueblo por pueblo". Esa fue la promesa hecha a principios de 2003 en el famoso centro Coeduca, de la provincia coclesana. Es lamentable recordar que esas palabras de Moscoso fueron escritas en hielo, y con la primera ola de calor desaparecieron.
Juliao me demostró que la caballerosidad no se ha perdido, pese a que hay algunos y algunas que insisten en prácticas deshonestas con tal de alcanzar el poder político. No solo se amenazó a los convencionales que anunciaron, de manera pública, su respaldo a Juliao; las estructuras del poder iniciaron una persecución contra muchos que fueron nombrados por el ex ministro de Obras Públicas.
¡Vaya decepción; vaya comportamiento impropio de quienes sufrieron en carne propia las actitudes salvajes del régimen militar!
En la actual contienda interna del panameñismo no debe haber cabida para esas acciones cavernícolas. Tenemos tres candidatos de lujo; Juan Carlos Varela, Marco Ameglio y Alberto Vallarino.
Que la escogencia del candidato presidencial sea como un torneo de béisbol donde todos luchan por el trofeo, respetando las reglas, pero al final se escogen a los mejores para que representen a la patria en las contiendas internacionales.
Les pido a mis hermanos panameñistas que sepan darle valor a la palabra empeñada. Voten por quien consideren es el mejor y no cambien su decisión por unas migajas de pan. Esa tradición hay que cambiarla.
A los candidatos les aconsejo lo siguiente: este pueblo está cansado de promesas y más promesas. Ustedes están luchando para ser elegidos a lo interno del panameñismo y hacia allá deberá ir dirigida su campaña. Creo que se equivocan con tantas promesas que escucho, máxime cuando no saben cómo van a encontrar las finanzas del Estado.
Igual les pido un alto grado de caballerosidad; no se puede aspirar a ganar criticando y criticando. El Gobierno ha hecho muchas cosas malas, también, muchas cosas buenas; si vamos a captar los votos pregonando lo malo, entonces estamos faltando a esa caballerosidad. Recuerden que aquel que reconoce virtudes tendrá más derecho a criticar. El autor René Hernández González es periodista, originalmente publicado por La Prensa el 30 de junio de 2008.
Pese al ambiente difícil, Endara supo llevar adelante una campaña respetuosa. Se enfrentó a los ataques brutales de quienes se autotitularon dueños de Panamá; me refiero a los militares y a los miembros del Partido Revolucionario Democrático (PRD).
Ellos, los del PRD, llevaron a cabo sus elecciones para escoger a los delegados, nadie los reprimió, nadie los acosó, no hubo varilleros ni portadores de bates contra ellos. Lo anterior da pie para afirmar que la democracia está caminando y que ese sistema es el mejor para aspirar a una nación del primer mundo.
En el caso de Juliao, con su estrategia de cara a cara, también fui testigo de la hidalguía y caballerosidad. Cada vez que se reunía con los convencionales del Partido Arnulfista, hoy Panameñista, les decía: "yo no soy el dueño de la verdad; vayan y escuchen a los otros candidatos y luego de hacer sus análisis, voten por el mejor". Mientras Juliao llevaba una campaña de altura, los seguidores de uno de los contendores empezaron a quebrar brazos y a lanzar una que otra amenaza.
La mayoría de los convencionales estaba saliendo por televisión anunciando su apoyo irrestricto a Juliao. Después de eso, uno a uno fueron visitados por mensajeros del adversario para recordarles su estabilidad laboral; las becas de sus hijos, etc., etc. En ese momento sentí asco, repulsa; no alcanzaba a comprender por qué dentro de la misma familia política ocurría esto.
Por lo menos veía un pequeño rayo de esperanza al recordar las palabras de la presidenta Mireya Mocoso cuando dijo que ella no iba a señalar con su dedo al candidato de su preferencia. "El que quiera los votos tendrá que buscarlos casa por casa y pueblo por pueblo". Esa fue la promesa hecha a principios de 2003 en el famoso centro Coeduca, de la provincia coclesana. Es lamentable recordar que esas palabras de Moscoso fueron escritas en hielo, y con la primera ola de calor desaparecieron.
Juliao me demostró que la caballerosidad no se ha perdido, pese a que hay algunos y algunas que insisten en prácticas deshonestas con tal de alcanzar el poder político. No solo se amenazó a los convencionales que anunciaron, de manera pública, su respaldo a Juliao; las estructuras del poder iniciaron una persecución contra muchos que fueron nombrados por el ex ministro de Obras Públicas.
¡Vaya decepción; vaya comportamiento impropio de quienes sufrieron en carne propia las actitudes salvajes del régimen militar!
En la actual contienda interna del panameñismo no debe haber cabida para esas acciones cavernícolas. Tenemos tres candidatos de lujo; Juan Carlos Varela, Marco Ameglio y Alberto Vallarino.
Que la escogencia del candidato presidencial sea como un torneo de béisbol donde todos luchan por el trofeo, respetando las reglas, pero al final se escogen a los mejores para que representen a la patria en las contiendas internacionales.
Les pido a mis hermanos panameñistas que sepan darle valor a la palabra empeñada. Voten por quien consideren es el mejor y no cambien su decisión por unas migajas de pan. Esa tradición hay que cambiarla.
A los candidatos les aconsejo lo siguiente: este pueblo está cansado de promesas y más promesas. Ustedes están luchando para ser elegidos a lo interno del panameñismo y hacia allá deberá ir dirigida su campaña. Creo que se equivocan con tantas promesas que escucho, máxime cuando no saben cómo van a encontrar las finanzas del Estado.
Igual les pido un alto grado de caballerosidad; no se puede aspirar a ganar criticando y criticando. El Gobierno ha hecho muchas cosas malas, también, muchas cosas buenas; si vamos a captar los votos pregonando lo malo, entonces estamos faltando a esa caballerosidad. Recuerden que aquel que reconoce virtudes tendrá más derecho a criticar. El autor René Hernández González es periodista, originalmente publicado por La Prensa el 30 de junio de 2008.
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