martes, 22 de enero de 2008

¡Menos componendas; más democracia!

Pero, para alcanzarla, hay que cambiar, radicalmente, las reglas del juego; las actuales sólo sirven para perpetuar la caricatura de democracia que nos han impuesto los partidos y el Tribunal Electoral, especialmente diseñadas para que un grupúsculo, representante de los grandes intereses económicos controle la política y anule el derecho del pueblo a escoger a sus gobernantes, libre y democráticamente. El próximo proceso electoral arrancará oficialmente en diciembre de 2008; pero, bajo el sistema imperante, no habrá que esperar hasta entonces para saber quienes serán los candidatos a la presidencia. Aliadas o desunidas las mismas figuras, desgastadas por el tiempo pero, principalmente, por su incapacidad para generar nuevas ideas, volverán a reclamarnos el voto, con las mismas promesas, las mismas propagandas trasnochadas y repitiendo, cacofónicamente, los mismos lemas y consignas, apenas ligeramente maquillados. ¿Qué diferencia hará que en el próximo quinquenio nos gobierne alguno de los actuales aspirantes? Ninguna. Pero ellos, sus partidos y el Tribunal Electoral, en una premeditada y planificada componenda antidemocrática, pretenden volver a obligarnos a escoger entre los mismos de siempre. ¿Cómo llegamos a este atolladero? Lo sabemos, pero es conveniente recordarlo. Desde la creación de la República, la política panameña no ha cambiado en nada. Los dueños del poder económico, solos o asociados con los que controlaban las armas, han sido los dueños de los destinos del país; y la política, manejada como una empresa de intereses ha sido el instrumento para perpetuar ese dominio. La política panameña la han controlado y controlan los mismos intereses económicos, a través de los partidos. En todos ellos, 100 personas, a lo sumo, han decidido candidaturas, alianzas o las componendas que mejor les acomoden. En Panamá los siete u ocho partidos legalmente reconocidos, según el sistema imperante, son los únicos que pueden postular candidatos a la presidencia. Y, como los partidos son controlados por grupitos y, en algunos casos, hasta por una sola persona, al final, en cada uno de ellos, tres o cuatro personas decidirán las candidaturas y las llamadas “alianzas electorales”. Lo sabemos todos. El que crea lo contrario, es que todavía vive en otra galaxia.¿Cómo liberarnos de ese monopolio, que burla la voluntad popular? La fórmula es sencilla y, además, viable. Para acabar con las componendas, hay que devolver al pueblo el derecho a elegir. Pero no entre los mismos de siempre, sino de una manera verdaderamente democrática, mediante el mecanismo electoral de “la doble vuelta”. La doble vuelta, que existe en todos los países latinoamericanos, excepción hecha del nuestro, permitiría que el pueblo escoja. ¿Por qué no existe en Panamá? Pues simple y sencillamente porque no lo permiten los partidos que, con la complicidad del Tribunal Electoral, se han confabulado para impedirla.El sistema de doble vuelta acabaría, de una vez por todas, con las nefastas y antidemocráticas componendas. Todavía podemos instaurarlo; pero habrá que imponerlo, por la presión concertada del 52% de los electores que no pertenecemos a los partidos. Somos la mayoría, y podemos. Si no lo hacemos, otra vez tendremos que someternos al capricho de los partidos. Y, después, de nada servirá lamentarnos. El autor JUAN MANUEL CASTULOVICH es Político Independiente, originalmente publicado por PANAMÁ AMÉRICA el 22 de enero de 2008.

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